Fotografía, Letras

Los dioses no existirían sin los hombres, ¿o no?

INVENCIÓN DE DIOS
(DESPUÉS DE LA TORMENTA)

El primer hombre está ahí,
en el miedo irracional a la tormenta,
en la frontera vegetal que se recorta un instante,
en el silencio oscuro que precede al trueno.

Está ahí, inmóvil, hipnotizado por la sierpe
que dibuja nubes sobre el encerado negro.
Ahí, junto a la entrada de su cueva,
el primer hombre contempla absorto el holocausto
del polvo y del silencio.

Aún no lo sabe, pero sus ojos,
mañana,
inventarán un dios azul y a su medida.

©Arturo Ledrado

[poema incluido en el libro Arqueología submarina, Madrid, 2000]

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Todo es más fácil si olvidaste en casa la cabeza

FÁBULA CON ANIMALES

Ahí detrás, amigo mío, dormita la serpiente.
Ten cuidado. Lleva el arma dispuesta.
Que no te importe manchar de sangre las alfombras.

Apunta. Dispárale a los ojos
una bala certera y después otra y otra y otra.
Actúa y no pienses en el precio.
Siempre saldrá barato destruir a la serpiente.

Anoche vino un hombre cargado de medallas.
Le advertí: el valor, aquí, no sirve para nada.
Mejor si te bebiste todo el vino.
Calienta más la sangre, te da alas.
Mucho mejor si olvidaste en casa la cabeza.

Después, le señalé la puerta. Entra.
Ella siempre está de guardia, esperándote, amigo.
La serpiente es capaz de oler el miedo.
Ahí dentro, tus medallas son un lastre, le dije.

Un día de éstos, si alguien consigue al fin matarla,
recogeré los huesos de los héroes
que osaron enfrentarse a la serpiente
y haré con ellos flautas dulces como el azúcar.

Ahí detrás, amigo mío, se embosca tu serpiente.
Apunta. Dispárale a los ojos una bala.
Mucho mejor si olvidaste en casa la cabeza.

@Arturo Ledrado

[Poema incluido en el libro Arqueología submarina, Madrid, 2000]

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El velado misterio de los silencios y los gestos

EL SILENCIO DE LOS GESTOS

Fui a decirle unas cuantas verdades al lucero del alba,
y me contestó con un guiño; porque ya las sabía.
JOSÉ BERGAMÍN

También, y afortunadamente, nos queda el silencio.

Podríamos hablar de muchas cosas:
del tiempo guardado en los armarios del recuerdo,
de las páginas que aún le restan a nuestra historia,
de la lluvia que vendrá o no vendrá a visitarnos
porque es así, arbitraria y caprichosa.

Podríamos decirnos lo que ya sabemos:
que no hemos agotado la habilidad de amarnos,
que somos el uno para el otro un velado misterio,
que la vida no tiene demasiado sentido
si conjugas el verbo ser en persona singular.

Podríamos levantar castillos de palabras,
perdernos en bosques de vocablos obtusos,
alumbrar el camino de ese adjetivo cálido y conciso
que no quiere abandonar el nido de tus labios.

Podríamos ser crónica y relatarnos mutuamente
cómo es la envoltura que nos anuncia:
bien el vestido de las grandes ocasiones,
bien los entrañables harapos de andar por casa.

Pero no.

Entre tú y yo sobran las palabras.
Afortunadamente, nos queda el silencio de los gestos.

©Arturo Ledrado

[Poema publicado en 1995, en la revista Poesía, por ejemplo, editada en Madrid por Agustín Porras.]

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