EL SILENCIO DE LOS GESTOS
Fui a decirle unas cuantas verdades al lucero del alba,
y me contestó con un guiño; porque ya las sabía.
JOSÉ BERGAMÍN
También, y afortunadamente, nos queda el silencio.
Podríamos hablar de muchas cosas:
del tiempo guardado en los armarios del recuerdo,
de las páginas que aún le restan a nuestra historia,
de la lluvia que vendrá o no vendrá a visitarnos
porque es así, arbitraria y caprichosa.
Podríamos decirnos lo que ya sabemos:
que no hemos agotado la habilidad de amarnos,
que somos el uno para el otro un velado misterio,
que la vida no tiene demasiado sentido
si conjugas el verbo ser en persona singular.
Podríamos levantar castillos de palabras,
perdernos en bosques de vocablos obtusos,
alumbrar el camino de ese adjetivo cálido y conciso
que no quiere abandonar el nido de tus labios.
Podríamos ser crónica y relatarnos mutuamente
cómo es la envoltura que nos anuncia:
bien el vestido de las grandes ocasiones,
bien los entrañables harapos de andar por casa.
Pero no.
Entre tú y yo sobran las palabras.
Afortunadamente, nos queda el silencio de los gestos.
©Arturo Ledrado
[Poema publicado en 1995, en la revista Poesía, por ejemplo, editada en Madrid por Agustín Porras.]