En la pared anida la tarde oscura. Nada visible late, rueda. Callan el mar y el campo. Muy despacio se mueve el corazón, señala las horas de la noche. Lucen altas estrellas. Vive por él un muerto que ya no tiene rostro; bajo la tierra yace, como el vivo, esperando. Francisco Brines (1932-2021), de El reloj y la muerte, en Palabras a la oscuridad