Cada semana, un verso y un dibujo. Tercera semana de 2023, un poeta hablando de un pintor que supo de incendios y exploró los rincones de su alma. «De ti me guardo un ojo en el incendio», del poema de Rafael Alberti «Goya», incluido en el libro A la pintura (1945-1952).
Every week, a verse: Rafael Alberti, Goya: «I keep your eye in the burning fire».
Arturo Ledrado, 2023. Ojo en el incendio [técnica mixta sobre papel] 21 x 15 cm (0102).
Cada semana, un verso y un dibujo. Para la segunda semana de 2023, unas sombras grises de cielo en medio del caos diario de la ciudad. Su origen, en el verso «Pasaban lentas sombras de cielo entre los rostros», del poema de Dolors Alberola «Caos».
Every week, a verse: Dolors Alberola, Chaos: «Slow shadows of heaven passed between the faces».
Arturo Ledrado, 2023. Sombras de cielo [técnica mixta sobre papel] 21 x 15 cm (0101).
Cada semana, un verso y un dibujo. Para la primera semana del año 2023, el gato parisién que habitaba el verso «París fue para mí, durante mucho tiempo, un gato», extraído del poema de Francisca Aguirre «Los trescientos escalones».
Every week, a verse: Francisca Aguirre, «The Three Hundred Steps»: «Paris was for me, for a long time, a cat».
Arturo Ledrado, 2023. Un gato parisién [técnica mixta sobre papel] 21 x 15 cm (0100).
En la pared anida
la tarde oscura. Nada
visible late, rueda.
Callan el mar y el campo.
Muy despacio se mueve
el corazón, señala
las horas de la noche.
Lucen altas estrellas.
Vive por él un muerto
que ya no tiene rostro;
bajo la tierra yace,
como el vivo, esperando.
Francisco Brines (1932-2021), de El reloj y la muerte, en Palabras a la oscuridad
No es la primera vez que intento plasmar en imágenes el soneto (sin título) de Francisca Aguirre que cerraba el apartado Argumento (Los cantos de la Troyana) del poemario Ensayo general, Ferrol: S. C. Valle-Inclán, 1996. Este libro obtuvo el XV Premio Esquío de Poesía en lengua castellana.
A partir de mi representación de Tanatos, y con el poema de Francisca Aguirre en los oídos, se materializa esta imagen. La osamenta pudiera entrar en la tierra; o tal vez surgir. De momento, se ha detenido en la línea del horizonte. Sus gafas-de-no ver están empañadas.
Arturo Ledrado, 2021. Y si todo fuera, 20 x 20 x 1 cm. Esgrafiado sobre cerámica industrial de pasta roja vidriada, preparada con mezcla de bióxido de manganeso y trementina (VOL-012).
Por recomendación de Venecia, el club de lectura de La Casa Encendida, la primera novela del poeta vietnamita, emigrado a Estados Unidos, Ocean Vuong (1988): En la Tierra somos fugazmente grandiosos (Anagrama, 2020).
De mi lectura, unas cuantas imágenes y un par de referencias: la familia, la guerra, el partir para no llegar nunca del todo a otro lugar; el descubrimiento de la sexualidad, el placer, el dolor y la incertidumbre; las flores y las ausencias; cartas y fotografías; Roland Barthes: está aquí, el principio solemne del gran, largo duelo; Marguerite Duras: pronto en mi vida fue demasiado tarde… América por consecuencia de Vietnam; Vietnam a consecuencia de América…Y toda la vida comiendo el mismo sándwich.
En 1995, el editor y escritor Luis Felipe Comendador me propuso ilustrar tres poemas de Luis Eduardo Aute, con la idea de publicar los textos y los dibujos en una nueva entrega de la colección de hojas de poesía El árbol espiral. Los poemas de Aute eran, al mismo tiempo, las letras de algunas canciones que el cantautor escribió para su álbum Alevosía, publicado ese mismo año, y que no tuvieron cabida en la edición final del disco. Así surgió esta publicación, hace ya nueve mil ciento y treinta días —veinticinco años— que han tenido, como manda la tradición y las buenas costumbres, sus correspondientes noches. Como hoy mismo, al día le sucederá la noche:
Aquí está, de nuevo aquí, recusadora y amenazante, la noche, con nocturnidad y calevosía.
El 27 de febrero de 1937, en los últimos días de combates en el Jarama, el Batallón Lincoln perdió en el Cerro del Pingarrón más de dos tercios de sus efectivos: 127 hombres muertos y 200 heridos. Charlie Donnelly, poeta y activista irlandés, fue uno de aquellos muertos. Tenía 22 años, y había viajado a España a primeros del mes de enero para enrolarse en las Brigadas Internacionales.
Y me quemo, y miro afuera hacia el gris viento amartillado al día de la fantasía. (And I fume, and look outside on the grey Wind hammered to fantasy day.)
Charlie Donnelly, de «En la biblioteca» (In a Library)
Mi Cuaderno de Nueva York dedicado por José Hierro. La preciosa dedicatoria la compartí con Marta, mi hija. Entre otras circunstancias que influyeron en la elección del nombre, Marta se llama así por el poema «Lope. La noche. Marta», del libro Agenda, de José Hierro, publicado en 1991. El poema, escrito en primera persona, presenta a Lope de Vega en el ocaso de su vida compartida con Marta de Nevares Santoyo, la última amante del dramaturgo. En una conversación con Félix Grande, al mencionar que a mi hija le llamaríamos Marta, Félix vaticinó que tendría los ojos de color amaranto. Como el amaranto se refiere preferentemente a las flores rojas de la planta del mismo nombre, cabía la posibilidad de que los ojos de Marta hubieran sido purpúreos. No fue así. Los ojos de Marta son de color variable, según incida en ellos la luz, y generalmente se muestran entre azules y grises. Pero también hay momentos en los que se aprecian tonos verdosos, muy parecidos a los de las hojas del amaranto verde. Así que la predicción de Félix Grande fue acertada.
También Marta de Nevares tenía los ojos verdes. En el último verso de «Lope. La noche. Marta», José Hierro incide en ese hecho y cierra el poema con uno de los versos más bellos de nuestra literatura:
«Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar».
Perdóname. No volverá a ocurrir. Ahora quisiera meditar, recogerme, olvidar: ser hoja de olvido y soledad. Hubiera sido necesario el viento que esparce las escamas del otoño con rumor y color. Hubiera sido necesario el viento.
José Hierro. «Cae el sol» en Libro de las alucinaciones, 1964.